De Molinos y Santitos

La historia de Hurlingham, que venía arrastrándose lentamente desde la llegada del hombre blanco, se manda un pique fenomenal en las últimas décadas del siglo XIX. Sometido el gauchaje civilizado de las provincias por los bárbaros Mitre y Sarmiento, masacrados los habitantes originales por el “Orden y Progreso” de Julio Argentino Roca, los alrededores de Buenos Aires comienzan a poblarse de inmigrantes. Tanos, portugueses y gallegos se suman a los nacionales, los que han enterrado por un tiempo sus sables y chuzas. Todos son corridos por las leyes y bayonetas para conchabarse en algún establecimiento de la recién alambrada pampa. El proyecto de la oligarquía doméstica, un país con una fuerte economía exportadora de bienes primarios, ciertamente tuvo éxito en ese tiempo: la superficie sembrada en 1874 fue 340.000 hectáreas, en 1888 se pasó a dos millones y medio y en 1895, cinco millones. Semejante revolución iba a tener su eco en el paraje de Paso Morales. Ya sabíamos...