Austero Luis
El intendente Luis Acuña de Hurlingham asume la campaña para las legislativas del 2013 tratando de ganar solamente con la camiseta, y oficiando de único lenguaraz de la lista de candidatos a concejales – empleados municipales que sponsorea.
No hay propuestas en los efímeros carteles pegados en cualquier cosa que permanezca quieta, ni siquiera los añorados “Hechos” de campañas pasadas. Sólo el engañoso “+acuña”. Pero a Germán Marcucci (de SMNoticias) el 29/09/2013, le dijo tres o cuatro oraciones con sujeto y predicado y todo, que resumen redondamente esta última etapa de su gobierno.
“Somos de los que creemos que gestionando como corresponde, siendo austeros para adentro, los municipios son autosustentables”, arranca, religioso con su credo recién estrenado, eco de la década del noventa, que vuelve camuflado entre tanto griterío liberaloide, una gota más de la lluvia de frases compradas al por mayor y sin garantía en Miami.
Gestionar, gestiona un administrador de consorcio, gestiona cambiar una lamparita, gestiona el pago del sueldo al portero, gestiona que saquemos la basura a las siete y treinta y gestiona arreglar lo arreglado y dejar roto lo roto. ¿Para qué votar, entonces, para qué jodemos un domingo que sería perfecto si no tuviéramos que volver a esa escuela de mierda después de dos años y hacer la cola con miles de Gómez? ¿Porqué no ponemos un aviso en el diario “Importante Municipio necesita Administrador / Gestionador, contador público o similar pref. masc. edad 50 a 65 años, presentarse con CV en Pedro Díaz 1710, Hurlingham”?
Y lo reafirma con el “como corresponde, siendo austeros para adentro.” De nuevo la miseria de la miopía, la vergüenza de admitir un libreto, un manual de cuentas impuesto. Pero la austeridad del Gobierno Municipal se espeja en una ciudad sucia, rota y abandonada. Significa un vecino al que le da asco su propia ciudad y va a gastar su platita en otros lados más prolijos, un vecino al que su casa o su comercio se desvaloriza, por no decir uno que se rompe el alma en una vereda rota.
“Los municipios son autosustentables”, acá la hilacha ya se muestra esplendorosa: no es una cosa distinta del individuo que se cree solitariamente exitoso, o como el luminoso don Arturo dijo: “Cada uno cree que su mejora es particular y producto de sus aptitudes y no de las condiciones generales como el soldado que cree que en su pequeño rincón operativo ha ganado la guerra porque venció al del rincón de enfrente”.
“Debemos trabajar muy fuerte en la seguridad, que es el tema excluyente” Sin dudarlo salta el sapito: cuidemos las cosas particulares de los vecinos, porque a las cosas comunes de todos no le vamos a dar bola: “Las obras públicas no tienen ningún sentido cuando un vecino pierde la vida o sufre un acto violento de inseguridad”. Acá recurre a la intercesión de Santa Falacia de Atinencia, la santa de las comparaciones que no tienen nada que ver pero quedan lindas porque suenan como un slogan de pintura al látex o un puré de tomates.
“Tengo que hacer un hospital de mediana complejidad con recursos municipales, que los que necesita la ciudadanía de Hurlingham”. Suena bárbaro, pero el sonido del “tengo” chirría como la correa floja del renault nueve. No sabemos si la “ciudadanía” quiere un hospital de mediana, baja o alta complejidad. Quizá él sí sepa, interpretando el silencioso clamor de los vecinos de alguna manera misteriosa.
Hubo un tiempo que fue hermoso, que no hacía falta que el Intendente asumiera como de los vecinos sus propias prioridades, como cuando construyó el Recreativo de al lado de la Municipalidad, el Estadio, se cuidaba la plaza. Cuando nos sacó literalmente del barro y arrancó con las cloacas. Una época en que era habitual verlo a Néstor, a Cristina, a Scioli y hasta el Evo Morales en estas calles, las mismas que Luis Acuña conocía, sin cámaras de TV ni fotógrafos. ¿Qué habrá pasado por su vida, por su alma, para atrincherarse y arrastrarnos con él al aislamiento y al abandono? ¿Por qué compró un guión viejo y más repetido que El Chavo del Ocho? La peor corrupción no es quedarse con una coima, es abandonar a la gente que lo votó y renegar de su historia.
Por ahí ya es hora que se pare un ratito en la esquina de Jauretche y Roca y mire lo que ha dejado de su ciudad. O si llueve, que se quede en su casa y le sacuda el polvo a los dos o tres libros que escribió Perón, ese señor que debería estar en un cuadro de su despacho en vez de la foto con el administrador de Nordelta.
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