basura
Escribir acá que tenemos que reducir la basura que tiramos en Hurlingham no es ninguna cosa revolucionaria, porque es algo que gobiernos, empresas culposas y oenegés comprometidas nos dicen a diario.
Se puede acotar que en momentos en que muchos de nuestros vecinos vuelven a pasar hambre, pensar en cuestiones ecológicas es algo así como una frivolidad que le puede interesar sólo a seres sensibles de Palermo. Sin embargo, los sitios donde enterramos la basura están prácticamente saturados, y más temprano que tarde van a colapsar. Precisamente, el sitio donde se llevan todos los residuos del Conurbano lo tenemos acá al lado, en el CEAMSE de Campo de Mayo. Cómo no notarlo, sobre todo en las húmedas noches de verano cuando viene la brisa de aquel lado.
En Hurlingham tenemos la necesidad urgente de evitar el desastre ambiental en que nos estamos convirtiendo: la podredumbre del arroyo Morón, uno de los ríos más contaminados del mundo, el Reconquista, especializado en desagües cloacales clandestinos y el preferido de los camiones atmosféricos, el agua con exceso de nitratos de Parque Quirno, la napa freática saliendo a la superficie, los olores de la fábrica de gelatina, o sencillamente la falta de agua corriente y cloacas en la mitad del distrito. Por ahí citar la falta de espacios verdes públicos ya sería sobreabundar.
Ninguno de los gobiernos municipales desde el 95 para acá se ocupó del tema, más allá de alguna actividad suelta.
De hecho, el gobierno actual tiene un licenciado en recursos humanos ocupando la Dirección de Medio Ambiente. Seamos honestos: el presupuesto de su dirección es CERO, entonces es más o menos entendible que su labor en dos años haya sido cero. O por lo menos algo que haya sobrepasado los límites de su oficina, si es que tiene.
Eso a pesar de haber firmado este intendente el pomposo pacto de San Antonio de Padua, basado en la encíclica Laudato Si del Papa Francisco, con compromisos en el área ecológica, entre otros puntos.
Y en lo que hace a la basura, es notable que hace diez años Hurlingham mandaba enterrar al CEAMSE 60.000 toneladas por año. En 2017, se enviaron 80.000, un 35% más, al revés de lo que nos piden las almas sensibles. Si en los dos años que lleva este gobierno se hubieran hecho esfuerzos para reducir apenas un 10% de la basura, a $200 la tonelada enterrada nos hubiéramos ahorrado un millón y medio de pesos por año.
Mucho no es, pero por ahí alcance para comprarle un cuaderno y biromes al director.
Fuente: CEAMSE |
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